COMPENDIO DE POEMAS DE PABLO NERUDA

POEMA 20 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

LA CANCIÓN DESESPERADA Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. El río anuda al mar su lamento obstinado. Abandonado como los muelles en el alba. Es la hora de partir, oh abandonado! Sobre mi corazón llueven frías corolas. Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! En ti se acumularon las guerras y los vuelos. De ti alzaron las alas los pájaros del canto. Todo te lo tragaste, como la lejanía. Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio! Era la alegre hora del asalto y el beso. La hora del estupor que ardía como un faro. Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego, turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio! En la infancia de niebla mi alma alada y herida. Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio! Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo. Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio! Hice retroceder la muralla de sombra, anduve más allá del deseo y del acto. Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí, a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto. Como un vaso albergaste la infinita ternura, y el infinito olvido te trizó como a un vaso. Era la negra, negra soledad de las islas, y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos. Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro. Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos! Mi deseo de ti fue el más terrible y corto, el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido. Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas, aún los racimos arden picoteados de pájaros. Oh la boca mordida, oh los besados miembros, oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados. Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo en que nos anudamos y nos desesperamos. Y la ternura, leve como el agua y la harina. Y la palabra apenas comenzada en los labios. Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio! Oh, sentina de escombros, en ti todo caía, qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron! De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste. De pie como un marino en la proa de un barco. Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes. Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo. Pálido buzo ciego, desventurado hondero, descubridor perdido, todo en ti fue naufragio! Es la hora de partir, la dura y fría hora que la noche sujeta a todo horario. El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa. Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros. Abandonado como los muelles en el alba. Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos. Ah más allá de todo. Ah más allá de todo. Es la hora de partir. Oh abandonado!

POEMA 5 Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas. Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú las oigas como quiero que me oigas. El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas. Voy haciendo de todas un collar infinito para tus blancas manos, suaves como las uvas.

POEMA 15 Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

POEMA 10 Hemos perdido aun este crepúsculo. Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas mientras la noche azul caía sobre el mundo. He visto desde mi ventana la fiesta del poniente en los cerros lejanos. A veces como una moneda se encendía un pedazo de sol entre mis manos. Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces. Entonces, dónde estabas? Entre qué gentes? Diciendo qué palabras? Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana? Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo, y como un perro herido rodó a mis pies mi capa. Siempre, siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.

BARRIO SIN LUZ ¿Se va la poesía de las cosas o no la puede condensar mi vida? Ayer mirando el último crepúsculo yo era un manchón de musgo entre unas ruinas. Las ciudades hollines y venganzas, la cochinada gris de los suburbios, la oficina que encorva las espaldas, el jefe de ojos turbios. Sangre de un arrebol sobre los cerros, sangre sobre las calles y las plazas, dolor de corazones rotos, podre de hastíos y de lágrimas. Un río abraza el arrabal como una mano helada que tienta en las tinieblas: sobre sus aguas se avergüenzan de verse las estrellas. Y las casas que esconden los deseos detrás de las ventanas luminosas, mientras afuera el viento lleva un poco de barro a cada rosa. Lejos... la bruma de las olvidanzas humos espesos, tajamares rotos, y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean los bueyes y los hombres sudorosos. Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas, mordiendo solo todas las tristezas, como si el llanto fuera una semilla y yo el único surco de la tierra.

POEMA 6 Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caían en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera, las hojas recogían tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardía. Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: boina gris, voz de pájaro y corazón de casa hacia donde emigraban mis profundos anhelos y caían mis besos alegres como brasas. Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma! Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

POEMA 8 Abeja blanca zumbas ebria de miel en mi alma y te tuerces en lentas espirales de humo. Soy el desesperado, la palabra sin ecos, el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo. Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. En mi tierra desierta eres la última rosa. Ah silenciosa! Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche. Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa. Tienes ojos profundos donde la noche alea. Frescos brazos de flor y regazo de rosa. Se parecen tus senos a los caracoles blancos. Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra. Ah silenciosa! He aquí la soledad de donde estás ausente. Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas. El agua anda descalza por las calles mojadas. De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas. Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma. Revives en el tiempo, delgada y silenciosa. Ah silenciosa!

El Nuevo Soneto a HelenaCuando estés vieja, niña (Rorisard ya te lo dijo), te acordarás de aquellos versos que yo decía. Tendrás los senos tristes de amamantar tus hijos, los últimos retoños de tu vida vacía...Yo estaré tan lejano que tus manos de cera ararán el recuerdo de mis ruinas desnudas. Comprenderás que puede, nevar en primavera y que en la primavera las nieves son más crudas.Yo estaré tan lejano que el amor y la penaque antes vacié en tu vida como un ánfora plenaestarán condenados a morir en mis manos...Y será tarde porque se fue mi adolescencia, tarde porque las flores una vez dan esencia y porque aunque me llames yo estaré tan lejano...Vírese Hoy que danza en mi cuerpo la pasiòn de Paolo y ebrio de un sueño alegre mi corazòn se agita:hoy que sé la alegría de ser libre y ser solo como el pistilo de una margarita infinita:oh mujer -carne y sueño-, ven a encantarme un poco, ven a vaciar tus copas de sol en mi camino: que en mi barco amarillo tiemblen tus senos locos y ebrios de juventud, que es el más bello vino.Es bello porque nosotros lo bebemos en estos temblorosos vasos de nuestro serque nos niegan el goce para que lo gocemos. Bebamos. Nunca dejemos de beber.Nunca, mujer, rayo de luz, pulpa blanca de poma, suavices la pisada que no te hará sufrir. Sembremos la llanura antes de arar la loma. Vivir será primero, después será morir.Y después que en la ruta se apaguen nuestras huellas y en el azul paremos nuestras blancas escalas -flechas de oro que atajan en vano las estrellas-, oh Francesca, hacia dònde te llevarán mis alas!Farewell 1Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste, como yo, nos mira.Por esa vida que arderá en sus venas tendrían que amarrarse nuestras vidas.Por esas manos, hijas de tus manos, tendrían que matar las manos mías.Por sus Ojos abiertos en la tierra veré en los tuyos lágrimas un día.2 Yo no lo quiero, Amada.Para que nada nos amarre que no nos una nada.Ni la palabra que aromò tu boca, ni lo que no dijeron las palabras.Ni la fiesta de amor que no tuvimos, ni tus sollozos junto a la ventana.3(Amo el amor de los marinerosque besan y se van.Dejan una promesa.No vuelven nunca más.En cada puerto una mujer espera:los marineros besan y se van.Una noche se acuestan con la muerteen el lecho del mar.4 Amo el amor que se reparteen besos, lecho y pan.Amor que puede ser eternoy puede ser fugaz.Amor que quiere libertarsepara volver a amar.Amor divinizado que se acercaAmor divinizado que se va.)5Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos, ya no se endulzará junto a ti mi dolor.Pero hacia donde vaya llevaré tu miraday hacia donde camines llevarás mi dolor.Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos un recodo en la ruta donde el amor pasò.Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame, del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste. Vengo desde tus brazos. No sé hacia dònde voy.... Desde tu corazòn me dice adiòs un niño. Y yo le digo adiòs.
Mariposa de OtoñoLa mariposa volotea y arde -con el sol- a veces.Mancha volante y llamarada, ahora se queda parada sobre una hoja: que la mece.Me decían: -No tienes nada. No estás enfermo. Te parece.Yo tampoco decía nada. Y pasò el tiempo de las mieses.Hoy una mano de congoja llena de otoño el horizonte. Y hasta de mi alma caen hojas.Me decían: -No tienes nada. No estás enfermo. Te parece.Era la hora de las espigas. El sol, ahora, convalece.Todo se va en la vida, amigos. Se va o perece.Se va la manò que te induce. Se va o perece.Se va la rosa que desates.También la boca que te bese.El agua, la sombra y el vaso. Se va o perece.Pasò la hora de las espigas.El sol, ahora, convalece.Su lengua tibia me rodea. También me dice:-Te parece.La mariposa volotea,revolotea,y desaparece.Mujer, Nada me Has DadoNada me has dado y para ti mi vida deshoja su rosal de desconsuelo,porque ves estas cosas que yo miro, las mismas tierras y los mismos cielos,porque la red de nervios y de venasque sostiene tu ser y tu bellezase debe estremecer .al beso purodel sol, del misino sol que a mí me besa.Mujer, nada me has dado y sin embargo a través de tu ser siento las cosas:estoy alegre de mirar la tierra en que tu corazòn tiembla y reposa.Me limitan en vano mis sentidos -dulces flores que se abren en el viento-porque adivino el pájaro que pasa y que mojò de azul tu sentimiento.Y sin embargo no me has dado nada,no se florecen para mí tus años, la cascada de cobre de tu risa no apagará la sed de mis rebaños.Hostia que no probò tu boca fina, amador del amado que te llame, saldré al camino con mi amor al brazo como un vaso de miel para el que ames.Ya ves, noche estrellada, canto y copa en que bebes el agua que yo bebo, vivo en tu vida, vives en mi vida, nada me has dado y todo te lo debo.Tango del ViudoOh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia, y habrás insultado el recuerdo de mi madre llamándola pena podrida y madre de perros, ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre, y ya no podrás recordar, mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidassin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún, quejándome del tròpico, de los coolies coringhis, de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño y de los espantosos ingleses que odio todavía.Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas, no hay perchas en mi habitaciòn, ni retratos de nadie en las paredes.Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte, y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses, y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras, y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces, de los lenguajes humanos el pobre sòlo sabría tu nombre, y la espesa tierra no comprende tu nombre hecho de impenetrables substancias divinas.Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernasrecostadas como detenidas y duras aguas solares,y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,y el perro de furia que asilas en el corazòn,así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiraciòn oída en largas noches sin mezcla de olvido, uniéndose a la atmòsfera como el látigo a la piel del caballo. Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo, y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma, y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos, substancias extrañamente inseparables y perdidas.Walking AroundSucede que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro navegando en un agua de origen y ceniza.Él olor de las peluquerías me hace llorar a gritos. Sòlo quiero un descanso de piedras o de lana, sòlo quiero no ver establecimientos ni jardines, ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.Sucede que me canso de mis pies y mis uñasy mi pelo y mi sombra.Sucede que me canso de ser hombre.Sin embargo sería deliciosoasustar a un notario con un lirio cortadoo dar muerte a una monja con un golpe de oreja,Sería belloir por las calles con un cuchillo verdey dando gritos hasta morir de frío.No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día.No quiero para mí tantas desgracias. No quiero continuar de raíz y de tumba,de subterráneo solo, de bodega con muertos, aterido, muñéndome de pena.Por eso el día lunes arde como el petròleo cuando me ve llegar con mi cara de cárcel, y aúlla en su transcurso como una rueda herida, y da pasos de sangre caliente hacia la noche.Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas, a hospitales donde los huesos salen por la ventana, a ciertas zapaterías con olor a vinagre, a calles espantosas como grietas.Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinoscolgando de las puertas de las casas que odio,hay dentaduras olvidadas en una cafetera,hay espejosque debieran haber llorado de vergüenza y espanto,hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,con furia, con olvido,paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.
DesespedienteLa paloma está llena dé papeles caídos, su pecho está manchado por gomas y semanas, por secantes más blancos que un cadáver y tintas asustadas de su color siniestro.Ven conmigo a la sombra de las administraciones, al débil, delicado color pálido de los jefes, a los túneles profundos como calendarios, a la doliente rueda de mil páginas.Examinemos ahora los títulos y las condiciones, las actas especiales, los desvelos, las demandas con sus dientes de otoño nauseabundo, la furia de cenicientos destinos y tristes decisiones.Es un relato de huesos heridos,amargas circunstancias e interminables trajes,y medias repentinamente serias.Es la noche profunda, la cabeza sin venasde donde cae el día de repentecomo de una botella rota por un relámpago.Son los pies y los relojes y los dedos y una locomotora de jabòn moribundo, y un agrio cielo de metal mojado, y un amarillo río de sonrisas.Todo llega a la punta de los dedos como flores, a uñas como relámpagos, a sillones marchitos, todo llega a la tinta de la muerte y a la boca violeta, de los timbres.Lloremos la defunciòn de la tierra y el fuego, las espadas, las uvas,los sexos con sus duros dominios de raíces, las naves del alcohol navegando entre naves y el perfume que baila de noche, de rodillas, arrastrando un planeta de rosas perforadas.Con un traje de perro y una mancha en la frente caigamos a la profundidad de los papeles, a la ira de las palabras encadenadas,a manifestaciones tenazmente difuntas, a sistemas envueltos en amarillas hojas.Rodad conmigo a las oficinas, al incierto olor de ministerios, y tumbas, y estampillas. Venid conmigo al día blanco que se muere dando gritos de novia asesinada.VUELTA A LA PÁGINA PRINCIPAL

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